María Camila Sánchez narra los duros momentos que vivió cuando un hombre tocó sus partes íntimas en el transporte público.
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Esta vez fue una periodista de uno de las principales revistas del país y de ahí su visible difusión, lo cual está bien, por cuanto es un acoso a una mujer.
Sin embargo, es la situación que muchas mujeres de inferiores condiciones sociales tienen que padecer, entre otros motivos, por el sobrecupo de los articulados, que facilita la actuación de los individuos que están a la caza de las indefensas mujeres.
Esta es una de tantas faltas de control que vive a diario este transporte masivo de la capital. Otras ya conocidas y evidentes de forma cotidiana son también: el gran número de personas que se cuelan en el sistema, que incluso lo hacen en grupos; las ventas ambulantes; los músicos; los hurtos; los indigentes que también se cuelan; etc.
Todo esto ante la mirada muchas veces impasible de los empleados del Transmilenio, de los Auxiliares de Policía y de los mismos miembros de la Policía. Es decir, que los usurarios, tanto femeninos como masculinos y de todas las edades, se encuentran prácticamente desprotegidos e indefensos ante tanto abuso.
Nada que se toman las medidas pertinentes para la tranquilidad de los usuarios, quienes son los que pagan y sostienen el sistema, pero que son recompensados con un servicio de muy mala calidad.
Defectos de gestión administrativa y operativa que hacen del Transmilenio un sistema en decadencia.
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